reseña de la novela «El Feriante»

No suelo leer thrillers y este, además, tiene bastantes páginas, pero el susto se me pasó nada más empezar, porque te engancha desde la primera página. Me ha gustado mucho, y no hay ningún momento en el que uno se aburra. Además, está ambientado en los 80 y eso fue una sorpresa; me encanta esa década, y me entusiasmaron los guiños que hace a grandes grupos de música, por ejemplo, porque uno de sus personajes principales es fanático del rock. También hace referencias a Boney M, al Un Dos Tres, a las cintas de VHS y a las pesetas, por supuesto. Me gustó mucho leer un producto nacional pero que está a la altura de un buen thriller de fuera.

El Feriante comienza de forma interesante… no con uno sino con dos extraños e inquietantes asesinatos, uno después de otro. Son tan sorprendentes las circunstancias en las que se encuentran los dos cuerpos, que uno no puede hacer otra cosa que seguir leyendo para ver qué ha pasado. Poco a poco se introducen los personajes principales, Manuel Villalobos y Agustín Sampedro, de forma ordenada y clara. Son personajes que están bien construidos, que tienen mucho fondo. Me fascinó la frescura de los diálogos; son graciosísimos, algo que me parece muy interesante en una historia donde ha habido  escabrosos asesinatos. Hizo que al leer la novela viese a los personajes constantemente. Estaría fenomenal que hiciesen una de esas miniseries de Netflix. Estoy segura de que habría temporadas. Habla de la crisis de los cuarenta, de los años perdidos con la familia por las largas horas de trabajo…. de cositas con las que te sientes super identificado, a pesar de que los protagonistas son hombres. Me parece un libro que puede ser desfrutado igualmente por lectoras, como yo.

Además, me parece genial ese contraste del típico jolgorio de una feria (con sus atracciones, puestos de comida y risas), con la investigación de dos asesinatos: el de uno de los feriantes, que ha aparecido degollado y maniatado en su puesto, y el de un jovencísimo guarda de seguridad, que ha sido decapitado. Pero, además de estos sucesos, hay mucho más; desapariciones y un montón de misterio, que es lo que nos mantiene en vilo. No quiero ofrecer spoilers…

Es un thriller policíaco que mantiene el interés hasta el final, es entretenido y está fenomenal escrito. ¿Qué más se puede pedir? Lo recomiendo totalmente.

El Comercio

Hoy salgo en el periódico El Comercio por mi novela Inconscientia… 🙂#inconscientia #ficcion #fantasia #narrativa #autoresasturianos #Gijon #Asturias #elogiodelhorizonte #chillida #eduardochillida #cerrodesantacatalina #vaterdekingkong https://www.elcomercio.es/asturianos-por-el-mundo/perder-semanona-20210815001152-ntvo.html?fbclid=IwAR0fxb4oLKJZG6Gq-sbAAuXSaFNDSAxd9nPrsMg0zHWe1wxqMRH14Y5toeI#vca=fixed-btn&vso=rrss&vmc=fb&vli=Asturianos-por-el-Mundo

¿Qué es el logline de una historia?

¿Cuántas veces te han preguntado de qué va tu libro y tú te empiezas a enrollar? ¡Culpable! Porque, para ti, tu libro es una maravilla, ¡y toca tantos temas! ¿Cómo voy yo a poder explicar en una frase de qué va mi libro? ¡Eso es inaudito! ¡Un absurdo! ¡Déjame en paz!

Pues no; no te voy a dejar en paz, y déjame decirte que más te vale aprender a hacerlo pronto, porque una editorial o un agente literario a los que les hayas enviado tu manuscrito no te van a prestar más que un minuto de su tiempo para ver si tu historia merece la pena. Y siempre van a empezar por el tagline y por el logline. De acuerdo, explícame qué es eso. Soy todo oídos.

En ocasiones, se confunde este término con el elevator pitch. Pero no es lo mismo. Lee aquí qué es un elevator pitch.

Para un escritor, el logline es un breve resumen (escrito) de su obra, de unas treinta palabras más o menos (una o dos frases). Tiene que contar de qué va la historia, de forma general, pero atrayendo; captando el interés del lector; haciendo que este se decida a abrir tu libro. Normalmente, el logline es escrito por otros, como el tagline; no por el autor. Lo que ocurre es que, hoy día, si una editorial pequeña ha publicado tu libro, te verás a ti mismo escribiendo el logline, el tagline y lo que haga falta. Te lo aseguro.

Además, te vendrá bien escribir uno para tu novela, pero, también, aprendértelo de memoria. Sí, como lo oyes. Porque siempre habrá alguien que te pregunte «de qué va tu novela», y si tú contestas: «Es que va de muchas cosas», la imagen, la respuesta que estás dando es: «No tengo ni idea de qué va mi libro». Normalmente, si alguien te pregunta de qué va tu novela, deberías utilizar el elevator pitch, pero el logline es incluso más conciso, y a veces la gente pregunta por preguntar, así que te conviene aprenderte también tu logline.

La cuestión es que, para saber vender, hay que tener toda la información y saber comunicarla.

Veamos estos ejemplos de loglines:

Logline: A pesar de sus problemas de memoria, una alcohólica trata de ayudar a la policía a resolver el misterio de una mujer desaparecida, por cuya casa pasa a diario cuando toma el tren. 33 palabras.

«The girl on the train», de Paula Hawkins.

Héroe: una alcohólica.

Gancho: La protagonista es una alcóholica que va a ejercer como detective.

Conflicto: Una mujer ha desaparecido y ella ha visto cosas extrañas desde el tren.

Género: thriller, misterio, suspense.

Logline: «Un niño huérfano y algo extraño descubre que tiene poderes mágicos cuando le reclutan para una escuela para magos y brujas. Allí tendrá que demostrar su valor cuando el mago más malvado de todos los tiempos se propone destruirlo». 39 palabras.

«Harry Potter», de J. K. Rowling

Héroe: un niño huérfano y algo extraño.

Gancho: El protagonista tiene poderes mágicos y le han reclutado para una escuela de magos y brujas.

Conflicto: El mago más malvado de todos los tiempos se ha propuesto acabar con él.

Género: Fantasía, juvenil.

Logline: «Un intento de asesinato llevará a una miedosa joven al inquietante mundo inconsciente, en donde logra volverse consciente y descubrir qué significan sus premonitorias pesadillas, a pesar de que unos ángeles parecen querer acabar con ella». 36 palabras.

«Inconscientia», de Rocío Fuentes-Ortea.

Héroe: Una joven miedosa.

Gancho: La protagonista se vuelve consciente en el mundo inconsciente.

Conflicto: Unos ángeles parecen querer acabar con ella.

Género: Ficción, Fantasía.

¿Qué elementos debe tener un buen logline?

Debe mencionar al protagonista, pero no con nombre, porque eso no importa ahora mismo. Debemos usar, en su lugar, un adjetivo que resulte atractivo. ¿Qué hace interesante a ese personaje? Piensa en una cualidad que tenga que ver con la trama. 

En el ejemplo de «Inconscientia», la joven Vera es miedosa, y un intento de asesinato ha hecho que aparezca en un mundo en donde todo está oscuro y en donde hay inquietantes almas vagando.

Trata de mostrar el objetivo del protagonista. En este caso, Vera llega al mundo inconsciente sin saber cómo (por la fuerza), y allí intenta volverse consciente, algo que resulta una hazaña en sí misma, ya que todos sabemos que en el mundo inconsciente ¡nadie lo está! Allí, la joven intenta descubrir qué significan sus extraños sueños.

Piensa si puedes también mencionar al antagonista; al malo de la historia.

El logline debería mostrarnos acción. 

Si el libro es de ciencia ficción, habrá que explicar brevemente el contexto; la particularidad que ese mundo tiene. En el ejemplo mencionado, se dice: «inquietante mundo inconsciente, en donde logra volverse consciente». Aquí entendemos que en este mundo nadie o pocos son conscientes.

Por supuesto, no desveles el final de la historia. Hay que venderla, y si me cuentas el final, ¿para qué voy a leerla?

Todas las palabras que utilices deberán ser relevantes. Si puedes quitar algo que no dice nada, quítalo.

Un ejercicio que me encanta practicar es leer los pequeños loglines de las películas de Netflix. Sobre todo, me gusta releerlos cuando he terminado la película. Algunos son brillantes; otros son mejorables. Y, cuando menos te lo esperes, estarás haciendo tus propios loglines de las películas y libros que hayas leído.

¿Quieres contarnos algún ejemplo de buen logline

Cómo captar la atención con un tagline

Vende mejor tu novela

Un tagline es un lema; esa frasecita que resume tu proyecto pero que también lo intenta vender. Suele ponerse en la portada, aunque no todos los libros tienen. Para que un tagline sea eficiente, debe tener de unas cinco a diez palabras. Por supuesto, si sabes reflejar la esencia de tu proyecto en tres palabras, mejor que mejor. Ya sabes lo que dicen: lo bueno, si breve, dos (o tres) veces bueno.

Las empresas (grandes, medianas y pequeñas) tienen taglines o eslóganes que sintetizan sus valores, aquello con lo que quieren que el público los asocie. Por ejemplo:

«Just do it» Nike – Indica actividad, eficiencia. Déjate de rollos, y simplemente hazlo. Así es la comunidad Nike. Van al grano. Son «doers».

«Think different» o «iThink, therefore iMac» Apple – Indica sensatez, inteligencia y originalidad. Si compras Apple, eres listo pero, además, especial; un crack, vaya.

«Always Coca-Cola» – Refleja prestigio, consistencia y lealtad: Coca-Cola siempre ha estado y estará ahí, con su deliciosa fórmula. Bebe Coca-Cola. ¿Para qué cambiar? 

O pensemos, también, en la genial frase de DeBeers, usada por muchos (en películas, en canciones…) hasta el día de hoy: «Un diamante es para siempre» – Te recuerda que todo muere; las personas, las relaciones… ¡pero no los diamantes!

Simplemente, brillante.

Pero ¿cómo se escribe un tagline para una historia?

La clave está en captar la atención del lector o del espectador. En hacer que este quiera saber más sobre tu proyecto; en dejar al interlocutor con más ganas de ti.

Una buena manera de aprender a escribir taglines para tus propios libros es leer muchas portadas. Pregúntate si esa frase es atractiva, si consigue que te apetezca leer ese libro. Y, si acabas comprando la susodicha novela y leyéndola, relee esa frase de la portada cuando vayas por la mitad y, también, cuando hayas acabado de leerla. Si le encuentras nuevos significados, entonces, sabrás si se trata de un buen tagline.

Recuerda: un tagline debe ser simple, original y provocativo.

Ejemplos de taglines:

«Let the magic begin». 4 palabras.

«Harry Potter y la piedra filosofal», de J. K. Rowling

«¿Qué harías si te volvieses consciente en el mundo inconsciente?» 10 palabras.

«Sé consciente del mundo inconsciente». 5 palabras.

Ambas de la novela «Inconscientia», de Rocío Fuentes-Ortea

«Tú no la conoces. Pero ella a ti sí». 9 palabras.

Novela «The girl on the train», de Paula Hawkins.

«Se suponía que no debía haber sobrevivido al accidente. Pero lo hizo». 12 palabras.

«La adoración de Jenna Fox», de Mary Pearson.

«La realidad es cosa del pasado». 6 palabras.

De la película «Matrix».

«Su historia te tocará, aunque él no pueda hacerlo». 9 palabras.

Esta es de la película «Eduardo Manostijeras».

«En el espacio nadie puede oír tus gritos» 8 palabras.

De la película «Allien».

«Tenga miedo, mucho miedo». 4 palabras.

De la película «La Mosca».

Este último tagline puede parecer mediocre. Porque, es decir, ¿porque tú me lo digas voy a tener miedo? A mí no me gustó a primera vista. Pero esto se dijo en el diálogo de la película La Mosca (lo dijo Geena Davis), y, desde ese momento, en muchas películas de terror se utiliza.

¿Has escrito alguna vez un tagline? ¿Cuál es tu tagline favorito?

Practica tu elevator pitch

Consigue una máxima conexión en tiempo mínimo

Elevator pitch significa literalmente: «presentación de ascensor». Se llama de esta manera, porque es una presentación muy breve que se hace en el mundo profesional. En un ascensor la gente solo está durante unos segundos (a no ser que este se haya estropeado). La expresión viene de tiempos remotos en Hollywood; de cuando los guionistas se metían en los ascensores, cuando los productores estaban ya dentro, y, con destreza, aprovechaban para presentarles sus historias, para las que querían inversión. 

Si te encontrases con un profesional interesante en un ascensor y tan solo tuvieras unos segundos para causarle una buena impresión, ¿qué le dirías?

Si eres un ejecutivo, y quieres aprender a hacer un elevator pitch, ¿qué deberías contar sobre ti?

Imagina que te encuentras a una persona potencialmente interesante, y esta te pregunta «¿A qué te dedicas?» Si contestas que «tú haces muchas cosas», darás una imagen de ti mismo vaga e imprecisa.

Porque si divagas a la hora de hablar de ti y de lo que haces darás la sensación de que en tu trabajo también mariposeas. El interlocutor pensará que no estás especializado en nada; que no eres un experto en ninguna disciplina, y que ni siquiera estás seguro de ti mismo.

¿Cómo ha de ser el elevator pitch de un ejecutivo? 

Lo ideal es que lo hagas en unos quince a veinte segundos.

1. Di dónde has trabajado (si es relevante),

2. Dónde trabajas ahora,

3. Y adónde quieres ir profesionalmente.

En esta presentación de ascensor, en esta introducción flash, después de dar una breve aunque relevante información sobre ti (quién eres como profesional), trata de encontrar una oportunidad para ayudar a esa persona. Pregúntales algo tú a ellos, trata de hacer una conexión. Muestra interés. Cuanto más sepas sobre esa persona, mejor podrás usar esa información para tu propio beneficio. No le preguntes si en su empresa están contratando, porque harás que se ponga a la defensiva. Simplemente, trata de hacer una conexión con esa persona.

¿Conoces una web o un libro que le pueda interesar? ¿Tenéis una afición en común? ¿Habéis trabajado para la misma compañía? Sé memorable para tu interlocutor. 

Ten en cuenta que el objetivo no es conseguir algo ahora, sino establecer una conexión para el futuro. Es sembrar para recoger, quizá, más tarde.

Ejemplo: «Me dedico a…; ahora mismo hago esto…, que lo disfruto muchísimo, aunque en unos años me veo más en roles ejecutivos». 

Aquí, en estos breves instantes, no se suele hablar de educación, porque el interlocutor puede pensar que aún estás estudiando o que no tienes nada más interesante que decir sobre tu trabajo. Por supuesto, si eres estudiante, esa es la información que vas a dar, pero si ya eres un profesional, no menciones qué has estudiado o dónde lo has hecho. Si la conversación fluye, se extiende, el tema de dónde has estudiado saldrá más tarde. El objetivo es conectar y no aburrir a esa persona. ¡Solo tienes unos segundos! 

Sé breve

Conciso

Seguro, pero no arrogante

Original, aunque sin pasarte

Sé diferente a los demás, para ser memorable.

¿Y tú, escritor? ¿Cómo harías tu elevator pitch?

Si estuviésemos hablando de un libro, se trataría de un párrafo (de tres a siete frases), no demasiado formal, en donde se mencionaría al héroe de la historia, el gancho, el conflicto y el género. Es muy común, hoy día, comparar tu historia con otra, e incluso hacer una mezcla entre dos. Por ejemplo, las novelas de la saga «Bridgerton», de Julia Quinn, es «Jane Austen/Orgullo y Prejuicio meets (conoce) Gossip Girl».

Cuando termines de escribir tu elevator pitch, léelo en alto y ensaya; repítelo tantas veces como haga falta.

Ejemplo real de elevator pitch para una novela: «52 reasons to hate my father», de Jessica Brody. 

Mi ultimo libro es una comedia llamada «52 razones para odiar a mi padre», que trata sobre una adolescente consentida, heredera de una gran fortuna. Pero esta siempre se mete en problemas y aparece en las revistas del corazón por sus excesos. El día de su dieciocho cumpleaños, en lugar del dinero que esperaba recibir, su padre le pone una condición para recibirlo: tendrá que hacer un trabajo distinto cada semana por un año. Eso son 52 trabajos diferentes (así, trabaja de limpiadora, recoge basura, etc). Además, su padre contrata a un interno para que la vigile y se asegure de que cumple el trato.

Este elevator pitch funciona, porque responde a las cuatro cuestiones mencionadas.

Héroe: Una adolescente consentida.

Gancho: La chica es arrogante y cree que va a recibir un montón de dinero por su cara bonita, pero le sale el tiro por la culata. Queremos verla sufrir. Queremos que las cosas se le pongan difíciles y aprenda. Si quiere recibir ese dinero tiene que hacer un trabajo distinto cada semana, por un año.

Conflicto: El antagonista; el interno que su padre contrata, que no la deja en paz.

Género: Comedia romántica

Otro ejemplo real de elevator pitch: «Inconscientia», de Rocío Fuentes-Ortea.

«Inconscientia» es una novela de ficción con elementos de fantasía cuya protagonista es una joven a quien le atemorizan incluso sus pesadillas, que parecen ser premonitorias. Un día se despierta, sin saber cómo, en el inquietante mundo inconsciente, en donde parece no haber nada; hasta que se da cuenta de que en ese mundo hay muchas más almas que en este, y de que la realidad la creamos nosotros. En su camino hará amistad con un joven y con extraños seres, pero deberá tener cuidado porque unos ángeles parecen querer hacerse con su alma. Sin embargo, el mundo consciente no parece mucho más seguro que el inconsciente, porque está claro que allí alguien ha querido acabar con ella.

Héroe: Una joven miedosa. 

Gancho: Volverse consciente en el mundo inconsciente (¡nadie nunca se vuelve consciente allí!). ¿Cómo es ese mundo? ¡Quiero saberlo!

Conflicto: Hay unos ángeles que parecen querer hacerle daño. Sin embargo, el mundo consciente no parece mucho más seguro que el inconsciente (en el mundo consciente alguien la ha dejado inconsciente).

Género: Ficción / Fantasía

¿Has tenido que hacer alguna vez un elevator pitch? ¡Cuéntanos!

Reseña del libro Inconscientia en Librosyliteratura.es

Reseña de “Inconscientia” en Librosyliteratura.es

https://www.librosyliteratura.es/inconscientia.html

Inconscientia

15 de junio de 2021 por Victoria Mera

Reseña del libro “Inconscientia”, de Rocío Fuentes-Ortea

Si tuviéramos que hacer un concurso de sueños locos creo que, si no ganara, estaría dentro del top tres sin duda. De hecho, hubo una temporada en la que anotaba en una libreta los sueños más raros que tenía. No sé por qué dejé de hacerlo, porque la verdad es que es bastante divertido volver a ellos. Además, todos los sueños tienen algo de premonición, ¿no os parece?

No sé qué ocurre en nuestro inconsciente cuando soñamos, no sé muy bien a dónde vamos y qué quieren decirnos a veces nuestros propios sueños, pero sí sé que ese estado, en el que no estamos ni aquí ni allá y nuestra mente vaga libre es todo un misterio que no deja de fascinarme. Lo mismo le ocurre a Rocío Fuentes-Ortea, la autora del libro que hoy os presento. Y es que, para ella, ese lugar en el que estamos “a medias”, en el que somos libres y nuestros pensamientos nos guían tiene un nombre: Inconscientia.

Aquel mundo, que ha existido desde antes del principio de los tiempos es, para Rocío, una realidad en apariencia sin control. Un lugar en el que, casi siempre de noche, los que por allí vagan solo pueden ver con los ojos del alma. Entes casi transparentes que se trasladan de un lado para otro, intentando hallar una explicación a por qué se encuentra allí. Un lugar donde la fantasía no tiene límites y donde todos, algún día, nos encontraremos. ¿Os apetece saber más sobre Inconscientia? Dejad que Verita os acompañe.

Una mañana, Verita amanece más confusa de lo habitual. Mientras dormía, tres sueños se fueron sucediendo. Tres sueños confusos que, sin ella saberlo, serán una suerte de premonición. Sin dudarlo, la niña les cuenta los sueños a sus padres, aunque estos no hagan demasiado caso a las fantasías de la niña. Cada uno tiene sus propias preocupaciones. Su padre, José Antonio Van Vlieck, es un político bastante popular en su país; y su madre, Elisa, una abogada matrimonialista que siempre anda sumergida en libros de leyes y en las tareas del hogar. Sus padres apenas tienen tiempo para dedicarle a la niña. 

Para Verita, Marcela, su abuela paterna, es como una madre, pero desde hace un tiempo, Marcela está menos habladora de lo habitual y está empezando a olvidar muchas cosas. Para la niña, visitar a su abuela es el momento más especial. Cuando su abuela le regala un objeto tallado en oro llamado el Brujloj, una brújula-reloj, esta le recomienda que lo guarde bajo llave, ya que es un objeto muy valioso que ha estado en su familia durante generaciones. Un objeto peculiar que esconde su propio secreto.

Con la promesa de no dejar nunca de soñar ni de imaginar, Verita escucha a su abuela, quien le habla de Inconscientia, ese lugar donde están los que duermen, los que no han nacido y los que se han ido. Un mundo secreto que no se ve, pero al que se viaja todos los días, a todas horas, sin saberlo. Un mundo en el que Verita, sin saber bien cómo, despierta un día. El sueño más real de todos los que había tenido hasta ahora, ¿o quizás no?

Así comienza el viaje de Verita por Inconscientia. Un viaje lleno de aventuras que esta niña, como si fuera una Alicia en su país de maravillas, comienza a transitar. Un mundo repleto de fantasía donde hay entes buenos y no tan buenos. Un mundo al que su perro Toto la acompaña y donde conocerá a un montón de personas de lo más dispares y donde vivirá mil aventuras vagando por lugares tan singulares como El Reino de los MuertosCampo del ComaLa Laguna de SueñosEl Invernadero de Deseos El Pozo del Olvido.

Mientras Verita deambula por Inconscientia, Rocío Fuentes-Ortea intercala el relato de la vida de los padres de la niña. Conocemos así la vida de Elisa y José Antonio, algo que nos ayudará a atar los cabos de esta fascinante historia en la que nos sumerge la autora.

Podría hablaros mucho más sobre Inconscientia, sobre las maravillas que allí ocurren y las aventuras que a Verita le tocará vivir. Podría, también, contaros cómo lo que allí sucede tiene su eco en esta realidad y cómo nuestras decisiones afectan a los dos mundos, pero, sin duda, es mucho mejor que os sumerjáis en esta historia de la mano de Rocío Fuentes-Ortea. Una historia repleta de fantasía, en la que cualquier cosa puede ocurrir y con unos personajes fascinantes. Un libro muy bien escrito que tiene lo mejor de Alicia en el país de las maravillas y esa genial película, que siempre será una de mis favoritas, llamada Dentro del laberinto.

He disfrutado muchísimo de esta historia que promete segunda parte, así que, lectores, si os gustan las historias de fantasía y cuestionaros la realidad que nos rodea, Inconscientia es vuestra próxima lectura.

¿Dónde se compra?

En papel, en la página web de la editorial Amarante:

https://editorialamarante.es/libros/narrativa/inconscientia

En Amazon:

En Salamanca Libros

https://amarante.es/Inconscientia-p287853080

En La Casa del Libro

https://www.casadellibro.com/opiniones-libro/inconscientia/9788412262513/12220190

https://www.edisofer.com/inconscientia-9788412262513.html

En Versión electrónica, en Amazon:

Más reseñas sobre Inconscientia:

Entre el sueño y la realidad, Inconscientia, de Rocío Fuentes-Ortea por Isamar Cabeza, vía Acalanda Magazine

Inconscientia, de Rocío Fuentes-Ortea vía LéeteUnLibro

La escritora y periodista asturiana Rocío Fuentes-Ortea presenta su novela de ficción “Inconscientia” por Briseisa Cidoncha, vía Todo Literatura

«¿A dónde van quienes mueren o pierden la consciencia?» via @Iberianpress  

¿Necesito contratar a un editor para que revise mi manuscrito tras terminar de escribirlo?

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No te pierdas la respuesta, y los errores de ortografía más típicos

Cuando uno escribe una novela se concentra en la historia; en que esta transcurra, en que pase lo que debe ocurrir. En nuestra cabeza todo suena maravilloso, pero, de ahí a que los términos se transcriban como uno imagina, hay un trecho abismal. Es normal. Todos cometemos errores. De hecho, no es recomendable para un escritor pararse a leer y a releer continuamente lo que se ha escrito, porque si no, no hay manera de avanzar en la historia. Hay que seguir escribiendo, dejarlo dormir, y olvidarse de ello por un tiempo. Uno, además, ha de escribir sin miedo de qué pensará fulanito o menganito por haber escrito eso y esto otro. Tú, simplemente, escribe.

Pero un buen día terminarás tu novela, y entonces habrá llegado el momento de la edición; de sacar esa vocecita crítica que todos llevamos dentro; de limpiar de porquería tu libro. Porque, en estos meses (o años) se ha cubierto de polvo y basurilla, como lo hace tu propia casa día tras día.

Y, ahora, la pregunta del millón. ¿Necesito contratar a un profesional para editar mi novela? La respuesta es . A no ser que tú seas editor o amante de las letras, y seas de los que no comete ni una falta (los hay). Pero pocos son los casos en los que el escritor es, además, un erudito de la lingüística. Escribir bien no es tarea fácil. En inglés hay varios programas que ayudan a pulir los textos (incluso documentos tan extensos como una novela). Con ProWritingAid y Grammarly es facilísimo escribir una pieza de texto potable en el mencionado idioma. 

En español… es otra historia. El procesador de textos de Word te va a ayudar en lo más básico. Si pones «andé» en lugar de «anduve» sí te lo va a corregir. Solo faltaba. De hecho, ahora mismo he tenido que escribirlo tres veces, porque me lo ha corregido dos. Pero el Word no caza todos los errores, porque en español hay palabras que a veces van con tilde y otras, sin ella, e igualmente, en cuanto a identificar problemas de estilo, de eso, el programa no sabe nada de nada. 

Los programas que he sugerido para el idioma inglés son realmente una maravilla, y no solo corrigen faltas básicas, sino que te recomiendan cómo puedes mejorar el texto para hacerlo más rico, directo y atractivo. Por si esto fuera poco, también te informan sobre las veces que has repetido expresiones o palabras, si has plagiado a alguien, y un largo etcétera. Es injusto; debería haber una versión de estos programas en español. Pero demos tiempo al tiempo. Ya aparecerán.

Por otro lado, una cosa es escribir una redacción o un pequeño artículo, y otra muy diferente es escribir un libro entero. Si no te importa gastar, entonces, siempre será una buena idea contratar a un editor antes de enviar tu libro a una editorial o a un agente literario. Lo sé, da pereza. Sobre todo, gastar. Más que pereza, da reparo; con lo caro que es todo en esta vid; con la crisis que hay. Pero es tremendamente fácil cometer errores. Yo aún sigo releyendo mi primera novela y siempre, SIEMPRE, encuentro algo. Son cosas pequeñas, de las que mucha gente no se daría cuenta, pero mejorables. 

Quizá tengas un buen amigo amante de la gramática a quien no le importe hacerte este magnífico favor. Sin embargo, corregir una novela, déjame decirte, no es agradable para nadie: supone mucho esfuerzo y dedicación, y, si quieres que otros hagan bien un trabajo tan importante (como tú te mereces), entonces deberías pagar a un profesional, pues es una inversión que vale la pena hacer.

Si no tienes dinero para contratar a un profesional, entonces deberás convertirte tú en uno. Con tiempo y dedicación, tú puedes hacerlo. Pero, antes de continuar, déjame pedirte algo: No te sientas mal si tienes errores en tus escritos. Eres escritor, sí; pero porque escribes historias. El trabajo de escritor es el trabajo de escritor, y el de editor es otro completamente diferente. Un editor o una persona que lee tu libro y te señala todos tus errores quizá pueda escribir un libro, pero lo usual es que no sean capaces de tal hazaña. Si lo fueran, ellos mismos también habrían publicado un libro, ¿no crees? Es decir, siéntete orgulloso de saber crear historias de la nada y contarlas. No te vengas abajo por tener faltas de ortografía y gramática. Con el tiempo y con la práctica, lo cierto es que el número de fallos que cometas irá disminuyendo. 

Escribir bien es un arte, y dominar un arte conlleva un proceso de aprendizaje largo. Pero la buena noticia es que tu escritura tan solo puede ir a mejor con los años (legal disclaimer: a no ser que tengas un problema de salud). 

De acuerdo; voy a editar mi propia novela. ¿Por dónde empiezo?

En primer lugar, concéntrate en corregir TODAS tus faltas de ortografía. Es normal que tengamos algunas, porque, aunque sepas dónde van las tildes, al escribir rápidamente, se te van a escapar inevitablemente muchas de ellas. También habrá erratascomas mal puestas, muchas comas, pocas comas… Quizá tengas que leer tu libro dos o tres veces, una vez hayas terminado, para asegurarte de que todos estos errores desaparecen. 

Incluso si vas a enviar tu manuscrito a un profesional para que lo corrija y sugiera cambios, esta es mi recomendación: Siempre has de pulir el texto, tanto como puedas. Porque, de esa manera, el editor podrá concentrarse en cosas más importantes, que solo él puede ver; porque tú no quieres que esta persona pierda su tiempo poniendo o quitando tildes. Sencillamente, no te conviene.

Si dejas todo ese trabajo para este profesional, entonces, no te va a hacer ninguna aportación valiosa extra. Simplemente, va a gastar todo su tiempo y energía en corregir cosas que tú mismo puedes cambiar, con un poco de esfuerzo por tu parte. «¿Qué? ¿Me estás diciendo que tengo que leer mi novela tres veces tras terminarla? ¡Ay, no, estoy cansado de ver siempre la misma historia!» Si eres de los que piensan así, te diré que, si tú no encuentras tu historia tan emocionante como para leerla dos o tres veces seguidas, entonces otros van a aburrirse al leerla, también; algo le debe de faltar a tu historia. ¡Ponte a reescribir y a editar ya!

La dificultad viene cuando un escritor comete faltas porque ni siquiera conoce las reglas de la gramática española. Hay escritores que tienen muchas; a veces, demasiadas, y eso es porque ignoran muchas normas de escritura. Así que, si quieres ser escritor, deberás aprender a escribir correctamente. Lee. Léete el diccionario, si hace falta. Lee a los buenos; clásicos y contemporáneos; lee lo que tú has escrito. Léelo en voz alta, y vuelve a leerlo tantas veces como sea necesario.

Pare reducir el número de faltas que cometes, asegúrate de leer libros sobre cómo escribir mejor. Hay un ciento. También debes acceder a la RAE e informarte. ¿Ha aceptado nuevos términos? Que a tu escrito le falten o sobren tildes es imperdonable. Yo era de las que seguía escribiendo «sólo» con tilde cuando se trata de adverbio, hasta que en la editorial con la que publiqué mi primer libro me contaron que la RAE ahora prefería que dejásemos de usar tinta en tildes, si podíamos prescindir de ellas. Los pronombres “esa, ese, esta, este, aquella, aquel» solían llevar tilde para que no se confundiesen con los determinantes, pero ahora también son preferibles siempre sin tilde. 

Los errores más típicos que debemos evitar

~Para empezar, estos cuatro tipos a veces son algo impertinentes:

 «Por qué»– Secuencia formada por la preposición «por» y el interrogativo o exclamativo «qué». Es la de las preguntas. «¿Por qué me haces esto?» (¿por qué motivo?)

 «Porque» –Conjunción causal; la de las contestaciones: «¡porque me da la gana! ¡Porque sí!»

 «Porqué» –Sustantivo; sinónimo de causa, motivo «¡Pero al menos explícame el porqué!»

 «Por que» – Se usa cuando la preposición «por» es seguida por la conjunción «que», e introduce una oración subordinada. «Estaba ansioso por que su padre llegara» o «rezó por que él nunca más apareciese».

También tiene un uso menos común y más poético:  cuando se puede sustituir por «por lo cual», «por lo que», «por el que». La vía por que pasaba el tren estaba oxidada.

~El queísmo es la supresión (indebida) de la preposición «de» delante de la conjunción «que». «Me alegro que vengas» es un queísmo y debería decirse: «Me alegro de que vengas» o «me alegra que vengas». Es un error muy típico, porque uno no quiere caer en el dequeísmo, que suena tan mal, y que es el perturbador uso de la preposición «de» delante de la conjunción «que» con verbos que no la necesitan. Ejemplo: «Pienso de que…»; resulta hasta difícil de escribir. Se piensa algo, no se piensa de algo. 

~El leísmo es otro gran problema de los hispanohablantes (ocurre con mayor frecuencia en ciertas partes de España, como Madrid). Surge al utilizarse el pronombre «le» cuando, en realidad, debería usarse «lo» o «la». Es un fenómeno súper extendido en nuestro país, y en mi opinión, la RAE ha contribuido a ello por admitir varios tipos de leísmo (el de masculino, en tercera persona de singular, el más común.): «A Manuel le vi ayer», cuando, en realidad debería ser «Lo vi ayer» o «A Manuela la vi ayer».

Cuando el pronombre es complemento directo, deben usarse las formas lolos para el masculino (singular y plural, respectivamente) y lalas para el femenino (singular y plural, respectivamente). Cuando el pronombre desempeña la función de complemento indirecto, deben usarse las formas le, les (singular y plural, respectivamente), con independencia del género de la palabra a la que se refiera el pronombre:

Le (CI) pedí un libro (CD) a mi padre (el libro es el directo y a él le pedí, así que el «le» es indirecto.)

El otro día estaba viendo «El Inocente» en Netflix, que por cierto está bastante bien, y José Coronado y casi todos los actores españoles dijeron más leísmos que días tiene un año. Lo gracioso es que, en los subtítulos, la persona a cargo de escribirlos, los corrigió todos. No me preguntéis por qué tenía los subtítulos puestos. Bueno, venga, va: porque, hoy en día, la dicción de algunos actores españoles, es bastante vaga.

Algo menos extendidos están el laísmo y el loísmo. El laísmo consiste en emplear «la» o «las» del pronombre personal como objeto indirecto, en lugar de «le» o «les».

Ejemplo:  «La traje un libro». INCORRECTO.

«Le traje un libro» CORRECTO

El loísmo me parece realmente complicado. Es emplear «lo» o «los» como objeto indirecto, en lugar de «le» o «les».

«A Manuel lo salió una nuez pasada».

Si quieres aprender más sobre los leísmos, y, sobre todo, librarte de ellos ¡lee este artículo!

~Por otra parte, si eres de los que dicen «detrás tuyo», «delante mío» o «enfrente suya», en lugar de «detrás de ti», «delante de mí» y «enfrente de él/ella», entonces quizá te falten unas horillas de cocción. Y es que hay que evitar el uso de adverbios (cerca, detrás, delante, debajo, dentro, encima, enfrente) con adjetivos posesivos (mío, tuyo, suya…)

~Hay gente que dice «no puedo dar más de sí», cuando deberían decir: «no puedo dar más de mí», «no puedes dar más de ti»o «él/ella ya no da más de sí». Es necesario que el pronombre concuerde con el pronombre reflexivo.

~El «deber + infinitivo» y «deber de + infinitivo» muchas veces crea confusión entre la gente. Deber + infinitivo indica obligación/deber: «Debes marcharte». Deber de + infinitivo indica Suposición/probabilidad: «Debes de ser bobo, amigo». 

¿Cuántas veces escuchamos cosas como esta? «El animal debía de ser sacrificado cuanto antes, porque de aquella manera estaba sin duda sufriendo». INCORRECTO.

«El animal debía ser sacrificado cuanto antes, porque de aquella manera debía de estar sufriendo». CORRECTO.

Cuando puedas sustituirlo por «tiene que ser» (obligación, deber), entonces es deber + infinitivo. Cuando alguien no está seguro de algo se pone ese «de». «Debe de ser lunes mañana, ¿no?»

Se dice que la expresión «deber + infinitivo» también se puede usar como suposición: «debe ser martes hoy»,pero a mí no me gusta. Además, permitir esto es lo que hace que la gente se confunda. Es igual que lo que ocurre con el leísmo; la RAE permite varios leísmos y así nos luce el pelo, porque luego vamos por la vida diciendo cosas como: «le vi ayer». 

Si tú no estás seguro de que hoy es martes, entonces usa el «deber de + infinitivo». «No sé… debe de ser martes, ¿no?»

Estos son los errores más básicos, que debes aprender a atajar. Una vez que hayas corregido estas cositas, deberás mejorar tu estilo. Siempre hay posibilidad de mejorar nuestro estilo. ¡Nadie puede alcanzar la perfección! 

Por eso, lee este artículo, en donde podrás leer consejos prácticos para mejorar tu estilo.

17 Consejos prácticos para editar tu propia novela

Ejercicios de gramática y ortografía

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Así es. A veces, sentimos que lo que hemos escrito es basura; digno de ser quemado y reducido a cenizas, para que el viento se lleve nuestro manuscrito a lejanas tierras. Pero no hace falta ser tan extremo. Todo se puede arreglar (menos la muerte).

En primer lugar, tendrás que comprobar que no has cometido faltas de ortografía. El programa de Word ha mejorado bastante con los años, pero sobre todo, como se explica en este artículo (https://lovelydew.com/2021/05/23/necesito-contratar-a-un-editor-para-que-revise-mi-manuscrito-tras-terminar-de-escribirlo/ ), lee. Lee mucho, y aprende las reglas básicas del idioma español. Si quieres ser escritor, o si ya lo eres, deberás dominar la ortografía española.

Una vez que has aniquilado las faltas básicas, las de ortografía, ha llegado el momento de que te concentres en la gramática, y en el estilo de tu escritura. Espera, antes vamos a recordar qué es cada cosa. ¿Cuál es la diferencia entre ortografía y gramática? ¿Lo sabes?

La ortografía es un conjunto de normas del lenguaje con el fin de que todos hablemos bien y consistentemente.

La gramática estudia la estructura de las palabras, cómo estas se mezclan y forman frases.

Como llegados a este punto, seguramente seas un experto en ortografía, vamos a hablar ahora sobre cómo mejorar nuestra gramática; nuestro modo de plasmar historias; nuestro estilo.

Lo cierto es que cada escritor tiene el suyo propio; una capacidad única de captar la realidad, y una voz característica e implagiable (esta palabra no existe, pero yo creo que debería existir; por eso la pongo en cursiva, porque es de mi diccionario particular). Sin embargo, a veces, nuestro estilo está algo recargado, o no es claro, o es demasiado parco, o no tiene alma… Siempre hay posibilidad de mejora, y alcanzar la perfección es prácticamente imposible. Así que, si te gustaría mejorar tu estilo, sigue esta guía de consejos prácticos para escribir mejor:

  1. Olvídate de los adverbios

Espera, ¿me vas a decir que los adverbios están mal? ¡Pero si están en el diccionario de la RAE! A ver, no es que estén mal, pero si quieres reforzar tu narrativa, ir al grano, hacer que el lector comprenda rápidamente lo que quieres contarle, entonces tendrás que reducir su uso.

Lo cierto es que hay un verbo para cada ocasión, y, como no los conocemos todos, entonces nos empeñamos en usar uno débil, uno común, y al lado le ponemos un adverbio porque nos damos cuenta de que ese no es el verbo de nuestra vida; de que este verbo no expresa lo que queremos decir con exactitud.


Débil: «Manolo fue rápidamente a la oficina»
Fuerte: «Manolo se apresuró a la oficina»
Débil: «Sonia habló bajito a su hija»
Fuerte: «Sonia susurró a su hija»
Débil: «Se agarró fuertemente»
Fuerte: «Se aferró»
Débil: «Cerró la puerta fuertemente»
Fuerte: «Aporreó la puerta»
Débil: «Fue hacia allí»
Fuerte: «Se dirigió»
Débil: «Pedro le habló enfadado»
Fuerte: «Pedro le reprendió o le riñó»


¿No es mejor usar solo una palabra en lugar de dos?
Los adverbios hacen que todo se entienda peor, o más tarde, y el lector a veces tiene que leer las frases dos veces. Así, cuando escribas un verbo, piensa: ¿Es este el verbo adecuado? ¿Refleja con claridad lo que quiero decir? Si no lo hace, ¡sigue buscando! ¡Hay muchos!

  1. ¡Deja de repetir la misma palabra!

    Verbos como «saber», «decir», «sentir», «ver» o «saber» son usados hasta la saciedad. ¿Te has dado cuenta de la repetición?

    Cuando termines de escribir tu novela, pulsa «Control F» y haz una búsqueda de estos abusados verbos. Verás cuántas repeticiones encuentras.

    Mi hermana me puso verde cuando puse la palabra «semejante» diez veces en mi primera novela. Yo ni me di cuenta, pero ahora, la utilizo solo nueve. Es broma, trato de ponerla una sola vez, porque me quedé algo traumatizada.

  2. Repeticiones cercanas

    A veces, ¡duplicamos una misma palabra (o un derivado de ella) que acabamos de escribir hace una línea o dos! Al hacer esa búsqueda con «Control F», asegúrate de que las palabras o frases repetidas mantienen una distancia de seguridad prudencial, como cuando vas en coche.

    «Se cansó de esperar porque llevaba esperando una hora».

    ¿Por qué no pruebas a decir lo siguiente?:

    «Se cansó de esperar porque llevaba así una hora».

  3. Elimina los clichés

    Olvídate de metáforas, símiles y frases hechas por otros. Las frases o expresiones cliché se han repetido hasta la saciedad y ya apestan. Hay mil maneras con las que te puedes expresar. Piensa, usa tu imaginación y tu capacidad de observación. Eres escritor; seguramente tengas un mundo interior riquísimo, así que cuando tengas un pensamiento original, apúntalo en una libreta y úsalo más tarde en tus historias. Pasado un tiempo, con la práctica, verás que tu voz se deja escuchar con más facilidad.

    Ejemplos de frases cliché:

    «El tiempo o el amor lo curan todo» (esto, además, ¡es mentira cochina!)
    «En la guerra y en el amor todo vale».
    «Un clavo saca a otro clavo».
    «El tiempo vuela».

    Y un largo etcétera.

  4. ¡Atento a esas odiosas redundancias!

    Los pleonasmos son palabras que no necesitas, porque esa información ya la estás dando con otro vocablo. Ahorra en papel. Salvarás árboles.

    «Empezó por primera vez en Agosto». «Empezar» ya indica «por vez primera».

    Los famosos «Subí arriba», «bajé abajo», «entré dentro», y «Salí afuera». Estos verbos ya clarifican por sí solos adónde has subido o bajado. Es decir, no se puede subir abajo o bajar arriba.

    «Lo vi con mis propios ojos». (Me preocuparía que lo hubieses visto con los del vecino, la verdad).

    «Le tocó un regalo gratis» (¿no me digas? ¿De verdad fue gratis el regalo? Qué cosa, oye).

    «En un supuesto hipotético». Un supuesto es siempre hipotético.

    «La blanca nieve» (A ver, bueno, si han matado a alguien en la nieve seguro que esta es roja, pero por regla general, es blanquísima).

Estos son ejemplos reales de una novela publicada:

«Entonces… Miró hacia arriba poniendo los ojos en blanco».

(¿Por qué no pruebas a decir, simplemente: «Puso sus ojos en blanco»? Si estás poniendo los ojos en blanco, estos siempre mirarán hacia arriba).

«Uno de los nuestros, incluso mató a uno de nuestros propios soldados».

(Aquí hay repetición y pleonasmo. Tan solo, di: Uno de los nuestros mató a un camarada).

6. Usa formas pasivas, pero con cuidadín

A veces suenan mejor, pero normalmente, entorpecerán la lectura. Una forma verbal activa suena más directa y se entiende mejor.

«Las calles estaban abarrotadas de alegres gentes».
Cámbialo por «Alegres gentes abarrotaban las calles».
«La pelota fue golpeada por Martín».
«Martín golpeó la pelota».

Por supuesto, hay veces en las que suena mejor utilizar la forma pasiva del verbo, porque si decimos:

«Manolo fue arrojado por los aires tras el impacto del coche».

Queda mejor decir eso que «el coche de Manolo lo arrojó por los aires», porque la acción principal es que Manolo fue arrojado por la fuerza del impacto. Y es cierto que la fuerza del impacto (sujeto) fue quien arrojó a Manolo (verbo en forma activa); pero en este caso es mejor decir esta información en forma pasiva, porque el coche es un objeto, y lo importante no es el coche sino Manolo.

Las pasivas, a veces, quedan mejor. Pero, normalmente, nos pasamos y abusamos de ellas.

7. Añade transiciones

Transiciones son pequeñas palabras que relacionan dos frases, como por ejemplo «de igual manera/modo», «Por lo tanto», «por ello», «consecuentemente», «Así»; «de este modo»… hay un ciento de ellas.

Estas palabras ordenan el texto y ayudan al lector a comprender mejor el mensaje. Cuando escribes “por ello”, entendemos que lo que acabamos de leer es la causa de lo que vamos a leer a continuación. En definitiva, hacen que el lector comprenda antes el mensaje, o que no abandone tu libro por pereza, de lo mucho que le está costando entender los conceptos que se describen en él.

8. Reduce las frases pegajosas

¿Qué es una frase pegajosa? Son frases llenas de términos vacíos, como determinantes (el, la, le, los, las, les) pronombres (yo, tú, él, ella, nosotros, vosotros y ellos), verbos vagos (ser, haber), adverbios (allí, así), preposiciones (a, ante, cabe, bajo, de, desde, para, por, según, sin, so, sobre, tras… ¿te suenan?)

Todos estos términos son necesarios, pero cuando pones un puñado de ellos pueden convertir la frase en pegajosa. Las palabras pegamento son las que llevan al lector a comprender las ideas, la acción, pero es que a veces nos pasamos de pegajosos.

Pegajoso: «Susana caminó por el patio trasero, para ver si por allí había una bicicleta que pudiera utilizar en su clase».

Más claro: «Susana recorrió el patio trasero tratando de encontrar una bicicleta para su clase».

Pegajoso: «Tomás era el propietario de un hotel en el cual había mucho trabajo que hacer todos los días»

Más claro: «Tomás regentaba un hotel que requería mucha dedicación».

Pegajoso: «Medía por lo menos tres metros de diámetro por lo que no era para nada claustrofóbico».

Mejor: «Medía tres metros de diámetro por lo que no era claustrofóbico»

9. Trata de escribir las palabras completas: no uses abreviaturas

No pongas abreviaturas, como «ud» en una novela. Haz el favor de escribir «usted». ¡No seas vago! Hay escritores que lo hacen.

10. Mejora tus diálogos

~Los diálogos poco naturales pueden hacer que alguien deje de leer tu libro. Yo lo he hecho con miles. Ten en cuenta quién habla, ¿es un niño o un adulto? ¿Hombre o mujer? ¿Educado o es un cafre? ¿Es de otro país?
Asegúrate de utilizar la raya, y no el guion. Hay muchas novelas de escritores noveles que llegan a las editoriales con guiones, en lugar de rayas. ¡Estamos escribiendo en español!

—Lo cierto es que no sabría qué decirte. Me asombra lo que me cuentas —dijo el niño.

Es un poco irreal que un niño hable así, ¿no crees?

—Me apasionaría ir a cenar contigo, y, a continuación, quizá podamos pasear de la mano mientras observamos las estrellas. Tengo entendido que hoy va a hacer una noche espectacular —dijo el obrero de la construcción.

La verdad es que no es muy probable que un obrero se exprese así.

~Por otro lado, a veces los diálogos resultan extraños por los verbos declarativos que usamos. Algunos escritores noveles quieren hacer ver al editor que tienen un vocabulario rico y emplean verbos diferentes todo el tiempo: «especificó él», «declaró ella», «exclamó el chico». Esto no está bien. El verbo decir funciona bastante bien, y no distrae de lo que está ocurriendo en el diálogo.

Sin embargo, usar la forma pretérita del verbo decir («dijo él/dijo ella»), como verbo declarativo, todo el santo tiempo, tampoco está bien. De vez en cuando hay que alternar, porque si no, el diálogo puede acabar sonando estúpido. No satures tu diálogo ni con verbos difíciles y cambiantes, ni con «dijo él/dijo ella».

A veces no hace falta poner nada. Muchas veces se sabe quién está hablando, sin necesidad de especificar. El lector no es tonto.
Lee lo que has escrito con atención, y en voz alta, ya que esto te ayudará a ver si hace falta especificar quién ha dicho algo en ese diálogo.


~Además, recuerda que al lector le gusta más que el escritor le muestre y no que le diga todo continuamente.

Bien: —No vas a ir —dijo su madre enfadada.
Mejor: Su madre golpeó la mesa —No vas a ir y punto.

Como puedes ver, en el segundo ejemplo, hay solo una raya de diálogo en lugar de dos, y eso es preferible, porque el lector comprenderá más rápidamente el mensaje, y, además, se formará su propia idea con la imagen que le has proporcionado.

Lo que ha de hacer el narrador es contar lo que ocurre, pero no describir cómo se sienten los personajes todo el rato. Es decir, no me lo digas todo; déjame ver a la madre golpeando la mesa y yo decidiré si está enfadada o no. Probablemente, sea una obviedad decir que su madre está enfadada; lo sabremos por el contexto (por lo que quiera que haya pasado en la historia) pero el lector querrá ver, además, cómo reacciona este personaje. ¿Cómo muestra su enfado la madre? Ya juzgaré yo si me parece una reacción adecuada, dependiendo de lo que haya hecho su hijo. Quizá sea tan grave lo que hizo, que yo, no solo hubiera golpeado la mesa, sino también la pared. En cualquier caso, quiero ver la reacción de la madre; no que me digas cómo se siente, porque su reacción me va a contar qué siente y cuan enfadada está.

  1. No te pases con los pronombres

    Ten cuidado con los pronombres; especialmente con los del comienzo de la frase.

    «Ella sabía de qué hablaba él. Ella le conocía bien y sabía que él siempre comenzaba sus relatos de aquella manera tan suya».

    El porcentaje de pronombres debería ser del 4 al 15% (eso dicen). A ver, claro, no vas a ponerte a contar todos tus pronombres y calcular el porcentaje utilizado, pero yo te doy la información, por si te sirve.

    De nada.

  2. Varía tus frases

    Es importante variar la composición de tus frases para mantener el interés del lector. Si siempre escribes la típica frase de sujeto más verbo más predicado, misma longitud y mismo todo, tu texto se hará tedioso. Alterna una frase corta aquí, una media allá. La media suele ser de once a dieciocho palabras por oración.

    «La fachada de la casa era roja. La puerta del portal era grande. Había una escalera de mármol dentro. También tenía ascensor».

    Por el amor de Dios, ¡me duermo! Zzzzzz.

    Prueba a mezclar estructuras: «La casa, de roja fachada, tenía una gran puerta de entrada. Ya dentro, una escalera de mármol llevaba a los visitantes al ascensor».

  3. ¿Tus frases parecen párrafos?

    Esto es algo súper común en muchos escritores. Uno se embala, y sigue con su historia, pero no se ha dado cuenta de que su frase es como un día sin Netflix; es decir largo y aburrido (nota: cliché de reciente creación). Y la cuestión es que las frases tan largas no suelen tener sentido, porque te has ido de paseo por los cerros de Úbeda, y has empezado a hablar de otro tema. Lo mejor para evitar frases largas es leer el texto en voz alta.
    Hay veces en las que algunas frases largas (bien escritas) funcionan. Pero, normalmente, trata de evitarlas.

    «Rara vez lloraba, pero ese fin de semana era la tercera vez que lo hacía, por creer que había perdido a su hermano; después, tras la confirmación de aquellas revelaciones que la ayahuasca le había sugerido, y cuyo recuerdo no había querido recuperar, pero estas lágrimas, sin duda, sabían más amargas que ninguna otra, porque había conocido a una persona maravillosa, había disfrutado de una aventura apasionante con ella, y, después, había sido traicionado por la chica».

    ¿A que te ha agotado leerlo? Quizá incluso hayas dejado de leer este artículo. ¡No me extrañaría nada!

    Haz las frases más cortas. Usa puntos, y puntos y comas.

    «Rara vez lloraba, pero ese fin de semana era la tercera vez que lo hacía. Primero, por creer que había perdido a su hermano. Después, tras la confirmación de aquellas revelaciones que la ayahuasca le había sugerido, y cuyo recuerdo se había negado a recuperar. Pero estas lágrimas, sin duda, sabían más amargas que ninguna otra. Había conocido a una persona maravillosa; había disfrutado de una aventura apasionante con la chica; y, después, había sido traicionado por ella».

En mi opinión, José Saramago en su libro «Las intermitencias de la muerte», escribió una frase (la segunda), que es como un día sin pan. ¡Después de «justificado» tiene que haber un punto! Y, después de «semejante», una de mis palabras favoritas, un punto y coma. Quizá esto sea cosa de la editorial, porque recordemos que en 1998 Saramago fue premio Nobel de Literatura.

14. Utiliza tus cinco sentidos

Cada persona tiene una manera diferente de entender el mundo. Unos somos más visuales, otros más auditivos y otros, kinestésicos (sí, sí, como lo oyes; es un término de esos raros de la programación neurolingüística – PNL- que está tan de moda). Si eres kinestésico significa que eres más primitivo; de toquetear, de oler y de probar. Algunas personas son visuales y auditivas, o visuales y kinestésicas, o auditivas y kinestésicas. Por supuesto, todos tenemos una mezcla de los tres tipos, y (casi) todos usamos nuestros cinco sentidos, pero lo común es que predomine uno de estos tres modos de ver el mundo.

La cuestión es que si uno es visual y además es escritor pues tendrá una tendencia a usar el sentido de la vista sobre el oído o el tacto en su descripción.

Gráfico sacado del curso de Comunicación de la Escuela de Negocios de Barcelona (ENEB)

Por ello, a pesar de esas tendencias naturales tuyas (cualesquiera que estas sean), lo ideal es que describas la realidad usando los cinco sentidos. Por ello, antes de empezar a escribir, o en su defecto, una vez hayas terminado, piensa en tus personajes. ¿Cómo los describirías? Si lo has hecho con descripciones visuales, trata de imaginar cómo suenan. ¿Qué les gusta comer? ¿Tienen cosquillas? ¿Qué siente tu protagonista al oler comida? ¿Y si de pronto alguien está fumando? ¿Le gusta el olor a tu personaje o siente náuseas? ¿Ha fumado él alguna vez? ¿Cómo es su piel?; suave, áspera?

Además, tus personajes no son tú. Pueden tener trazas de tu personalidad, pero son diferentes; únicos. Así, tú quizá seas visual, pero tu personaje puede que sea auditivo o kinestésico. Por ello, has de pensar cómo perciben tus personajes la realidad que los rodea. Te puede ayudar a saber qué tipo son, pensando en su profesión. Por ejemplo, si se trata de un músico, es normal que su forma predominante de captar la realidad sea a través de los sonidos del mundo y de la música.

Si tienes en cuenta los cinco sentidos para describir la realidad, harás que tus personajes sean más reales, más humanos. Ponte en los zapatos de tu personaje.

  1. El ritmo no solo ha de tenerse en la pista de baile

    La buena escritura contiene descripción (de escenas, o eventos pasados que ayuden a explicar la historia que se está narrando) aunque también debe tener secciones con más ritmo, como acción o diálogo.
    Las diversas partes de tu novela deben ir alternándose, complementándose, para enganchar y hacer que la historia transcurra.

    Una novela enteramente descriptiva hará a tu lector dormirse, aunque una en la que tan solo hay acción, sin ninguna explicación, sin profundizar en los personajes, sin crear el ambiente necesario, que ha de ir in crescendo, para que la acción cobre sentido, echará para atrás.

    ¿Habéis visto alguna vez una película que empiece con una persecución? Yo sí, y dejé de verla ipso facto, porque la acción debe crearse de forma gradual para que tenga un significado. Si no, ¿a mí qué me importa que estén persiguiendo a uno?

  2. No seas coloquial, por el amor de Dios. ¡Estás escribiendo un libro!

    Una cosa es ser coloquial en el diálogo, algo totalmente permitido y recomendado, si la persona que habla no es una erudita, pero de ahí a utilizar expresiones como: «uhuhuhu», «blablabla», «para nada», «ajajá» pues hay un trecho.

    Veamos este ejemplo de una novela publicada:

    Coloquial: «Jajajaja. Mi gente son unos frikis increíbles y, aún así, nos ha costado mucho trabajo llegar a esto. Fulanito, por favor, hágame un favor y dígame que recuerda donde (dónde) está y que va a colaborar».

    Yo en lugar de poner «jajaja». pondría algo así como: «rio él». En segundo lugar, no diría «frikis». ¿Quieres decir que hacen bien su trabajo? Puntualiza.

El que habla es un miembro de la guardia civil. Probablemente sea coloquial hablando, pero hay que evitar redundancias y expresiones demasiado coloquiales incluso en el diálogo.

Mejor: «Mi gente es dedicada (o muy capaz)», o, si quieres hacerlo más coloquial, puedes decir «mis chicos son muy capaces y, aun así, les ha costado mucho trabajo llegar a esto. Fulanito, hágame el favor de decirme que recuerda donde (dónde) está y que va a colaborar».

17. Escribir números es complicadillo

Recuerda; ante todo, sé consistente. Si escribes «hace mil años», y más tarde dices «hace 200 años», pues como que no. Ante todo, has de ser consistente.

Pero a ver, ¿debo escribir los números o poner solo el número?

Pues depende del número. Si va a ser más fácil para el lector entender la cifra con un número, entonces ve con el número.

No pongas que hace 1000 años, ¿por qué no pones mil? ¡Es más corto!

Normalmente, si estamos hablando de grados centígrados, pondríamos número («23ºC»), porque no vas a poner «veintitrés grados centígrados». Si hablamos de edad, lo escribiríamos con letras. «Tengo catorce años», en lugar de «tengo 14 años». Por supuesto, todo dependerá de si estamos escribiendo un artículo periodístico o una novela. En un artículo periodístico sería más normal poner la cifra. También dependerá de la edad (del número en concreto), porque si escribo que Manolo tenía sesenta y nueve años, quizá sea mejor poner 69 años. En cualquier caso, sé consistente con la opción que elijas.

¿Se ponen puntos, comas o espacios en las cifras de más de cuatro dígitos?

-Si el número tiene cuatro dígitos, no se pone ni punto, ni coma, ni espacio.

Es como cuando ponemos que «estamos en el 2021».

-Si el número tiene cinco dígitos, ya puedes dejar un espacio.

Ejemplo: 10 000.

Porque si ponemos 10000, hacemos que el lector se ponga a contar con los dedos los ceros. Lo importante es hacerle la vida más fácil al lector. Porque este ha venido a pasárselo bien; no a sufrir…

-Si el número tiene más de cinco dígitos, siempre se ponen espacios (ni puntos, ni comas, ni cosas raras).

Sí: 100 000
Sí: 1 000 000
Sí: 1 000 000 000

NO: 1.000.000.000 1,000,000,000 1´000´000´000 1’000’000’000

Por otra parte, si digo que «hace catorce mil millones de años» hubo un asteroide que cayó en La Tierra, a lo mejor me entiendes mejor que si te digo «hace 14.000.000.000 de años», ¿no? Siempre dependerá del número.

Y, ahora, a trabajar.

¿Qué corregirías en los siguientes párrafos?

«La casa era marrón. Los árboles eran de varias clases y se alineaban en hilera a lo largo de la finca. La hierba era alta. En los árboles había columpios. Algunos niños jugaban en ellos».

Totalmente de acuerdo. Un párrafo sin pies ni cabeza (expresión cliché, lo sé).

Hay demasiadas cosas mal incluso ya en la primera frase. Las oraciones del comienzo son monótonas. Acuérdate de mezclar frases cortas con medias. Además, hay repeticiones, no es un texto ordenado, carece de transiciones y veo un pleonasmo.

«La casa era marrón. Los árboles eran de varias clases y se alineaban en hilera a lo largo de la finca. La hierba era alta. No se veía con claridad. En los árboles había columpios. Los niños jugaban».

Probemos algo diferente:

«La casa era marrón. Los árboles, de varias clases, se alineaban a lo largo de la finca. De algunos de ellos, colgaban columpios en los que algunos niños jugaban. Aun así, la hierba era tan alta que no dejaba adivinar la propiedad».

¿Qué cambiarías aquí?

Marta entró dentro de la casa y subió escaleras arriba. Besó a su padre y le dijo contundentemente —Me gustaría hacer las paces contigo, papá. Sé que no me he portado como debiera.

Veo dos redundancias, un verbo vago, y un diálogo poco natural, que cuenta más que muestra.

Marta entró a la casa y corrió a ver a su padre.
Tras besarlo, miró hacia abajo con el rostro enrojecido. —Papi, perdóname. No está bien lo que hice.

¿No suena más natural? ¿No ves, de esta manera, más? Yo veo a una niña revoltosa, simpática, pero tan mona que hay que perdonarla.

¿Y en estas frases qué podríamos mejorar?

«Su padre estaba orgulloso de ella. Ella era una niña que solía portarse bien, pero en aquella ocasión se había distraído un poco. Quizá fue por todo lo que le estaba ocurriendo en el colegio».

Mejor: «Su padre estaba orgulloso de ella; solía portarse bien, aunque estaba visto que se había distraído un poco, tal vez por lo que ocurría en el colegio».

Bien: «Un día, no hacía demasiado tiempo, tuvo un jaleo con una niña de su clase, Ana, que se había enfadado con ella porque esta no le había dejado una goma de borrar amarilla, que por otro lado era su preferida desde siempre. Pero ¿cómo iba a dejarle la goma, si cuando miró el cuaderno de Ana este estaba todo emborronado? Si le dejaba la goma, esta se mancharía y ya no podría utilizarla nunca más».

Mejor: «No hacía demasiado, había tenido un jaleo con Ana, una niña de su clase, que se enfadó con ella porque no le dejó una goma de borrar amarilla. Pero ¿cómo iba a dejársela, si el cuaderno de Ana estaba todo emborronado? Si se la prestaba, esta se mancharía y ya no podría utilizarla. De ninguna manera; aquella era su goma favorita».

Solo se reduce un poco, pero tiene más fuerza, más gancho. El punto y coma (;), muchas veces, tiene una fuerza increíble.

Si tienes en cuenta todos estos consejos, tu novela se verá limpia, y el editor o el agente a quien le mandes tu manuscrito podrá concentrarse en si la historia merece la pena o no; si estás diciendo algo que nadie le haya dicho ya.

Si el editor recibe un documento en el que tenga que invertir su tiempo corrigiendo errores de ortografía y de gramática básicos, entonces tu historia tendrá muchas menos posibilidades de tener éxito.

¿Qué consejo te ha gustado más?

¿Qué otro consejo le darías a un escritor para que su prosa mejore?

¿Hay alguna parte de la gramática española que te cueste más?

¡Cuéntanos!

¿SOY LEÍSTA? ¿QUÉ ES EL LEÍSMO? YO NO QUIERO SERLO. ¡QUÍTAMELO, QUÍTAMELO!

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¿Qué es el leísmo?

El leísmo es una aberración del lenguaje… Bueno, de acuerdo ahí me he pasado. Consiste en emplear incorrectamente las formas «le» o «les» del pronombre personal como objeto (complemento) directo; es decir, cuando uno debería usar «lo», «la», «los» o «las».

Ya, pero… ¿y qué? ¡Sigo sin entender! 

Está bien; no te preocupes. Vamos a explicar qué quiere decir esto, mostraremos muchos ejemplos, y, finalmente, veremos por qué hay tanto leísmo en España. Así, cuando acabes de leer este artículo, te habrás curado de este terrible mal que sale de tu boca. Pensarán que eres el mismísimo Vargas Llosa.

El leísmo es cuando dices «le» cuando, en realidad, deberías decir «lo» cuando hablas de un hombre, o de un animal macho, o «la», cuando hablas de una mujer, o de un animal hembra. Y ¿por qué se hace esto? Pues porque el leísmo lleva mucho tiempo arraigado en nuestros oídos y en nuestro cerebro, y por costumbre suena bien. Y, también, por pereza de leer y conocer las reglas de nuestro idioma. Por eso mismo.

Cuando el pronombre actúa como complemento directo (CD), deben usarse las formas lolos para el masculino (singular y plural, respectivamente) y lalas, para el femenino (singular y plural, respectivamente).

Cuando el pronombre desempeña la función de complemento indirecto (CI), deben usarse las formas le, les (singular y plural, respectivamente), con independencia del género de la palabra a la que se refiera el pronombre.

Por ejemplo: «Le pedí perdón a mi padre» o «le pedí perdón a mi madre».

En este caso, el «le» es CI y el «algo» que le has pedido a tu padre o a tu madre es «perdón», así que «perdón» es el CD. Si puedes sustituirlo con «se lo (CD) pedí», entonces ese «le» es CI.

Si dijeras «la pedí perdón» sería laísmo, y si dijeras «lo pedí perdón», un loísmo. Pero en este artículo vamos a concentrarnos en el leísmo, puesto que es donde muchos de los hispanohablantes (especialmente, los españoles) cometemos errores.

¿Está admitido algún leísmo? Sí: hay 3 tipos que son aceptables

La Academia condena el leísmo referido a cosa («el libro le traje yo»; algo que escucharás mucho en boca de cántabros), pero se permite el referido a persona masculina singular, aunque no en plural.

Es decir, por ejemplo, «le vi ayer» es un leísmo, pero este está admitido. Aunque debería ser «lo vi ayer», y, en plural, no podría decirse «les vi ayer». En este caso, sí o sí, hay que decir: «los vi ayer» (a ellos) o «la(s) vi ayer» a ella(s). Incluso Word me está señalando ese «les», algo que antes nunca hacía. Se ve que el programa va mejorando.

Así que, repitamos. Si estás hablando de Manolo, entonces ese «le» está admitido por la RAE, pero, si te digo la verdad, el hecho de que la RAE haya sucumbido a lo mal que hablamos, a mí no me parece motivo suficiente como para cometer un leísmo. Los leísmos son leísmos y punto.

El leísmo es un fenómeno súper extendido en nuestro país, y en mi opinión, la RAE ha contribuido a ello por admitir este tipo de leísmo. Muy mal, RAE. Lo siento, pero estoy enfadada desde que escuché que habían admitido «papichulo» y «amigovio». Cuando leí lo de «amigovio», pensaba que era algún tipo de organismo; un microbio o algo por el estilo. Pero ¿qué tontería es esta? De cualquier manera, no nos vayamos por los cerros.

Según la RAE, el segundo leísmo que está admitido es el «leísmo de cortesía». Este es el uso de le(s) en función de complemento directo cuando el referente es un interlocutor al que se trata de usted. Se justifica por querer evitar la ambigüedad de sentido que conllevaría el uso de los pronombres lo(s), la(s), ya que estos podrían referirse tanto al interlocutor presente como a una tercera persona: «Discúlpelo [a él], que yo en seguida le acompaño [a usted]» (MDíez Expediente [Esp. 1992]). «Le acompaño, señora». El «leísmo de cortesía» no está tan generalizado cuando el interlocutor es femenino, pero debe considerarse aceptable.

Sin embargo, si quieres hablar mejor, no caigas en ninguno de estos dos tipos de leísmos. Sobre el tercer tipo de leísmo, ya hablaremos luego… Y así, te quedas con la intriga.

Cómo saber cuándo usar los «les», los «los» o las «las» (prueba a decir esta frase en voz alta, verás qué divertido)

Pero… ¿cómo sabré cuándo usar «lo»? Es decir, con el verbo «ver» me queda claro que tengo que decir «lo» o «la», dependiendo de si es hombre o mujer, pero ¿y con el resto de verbos? ¿Cómo sabré cuándo es «lo» y cuando debería ser «le»? Porque el «le» a veces está bien, ¿verdad? 

Por supuesto que sí; cuando es complemento indirecto (CI).

«Le di un libro» es totalmente correcto, ya que aquí, el «le» es complemento indirecto (CI) y el libro es el que es el complemento directo (CD) de la oración (acuérdate de sustituirlo por «se lo di» para ver si ese «le» es CI).

En el ejemplo: «Le pedí perdón a mi padre» piénsalo así: ¿es el verbo transitivo? Sí. A él (a mi padre) le pedí algo. ¿El qué? Perdón. 

Con lo cual, perdón es el complemento directo (CD) y «le» es indirecto (CI).

Por ello, es fundamental que sepamos si el verbo es transitivo (y necesita CD) o intransitivo (que no lo necesita).

Esto es lo primero que debes hacer: identificar si un verbo es transitivo o no lo es. El diccionario te dice cuándo un verbo es transitivo o intransitivo. Aunque, con práctica, no necesitarás el diccionario para saber si un verbo es transitivo o intransitivo. Pero ¿qué significa esto? 

Un verbo transitivo es aquel que necesita más información para que el mensaje se pueda comprender completamente. Los verbos transitivos tienen un sujeto y siempre van acompañados de un complemento directo (CD). Por ejemplo, el verbo «apagar» es transitivo, porque siempre apagas algo (una luz, un fuego, etcétera). 

 «Lo apagué yo».    «Apagué aquella luz y todas las demás». («las apagué»).

  —-                                                    ———————————–

   CD                                                                         CD

El CD es aquello sobre el que recae la acción del verbo.

Los verbos intransitivos, en cambio, no necesitan de ningún complemento; no requieren más información, y, por tanto, no necesitarán de un CD.

Ejemplos de verbos transitivos

Buscar, impedir, apagar, dividir, iniciar, asustar, donar, lavar, adivinar, desarrollar, ganar, amar, borrar, filmar, prestar, robar, depositar, efectuar, levantar, cambiar, elaborar, llamar, cancelar, eliminar, mover, dañar, evitar, necesitar, decir, fomentar, etcétera.
Fuente:  https://www.ejemplos.co/100-ejemplos-de-verbos-transitivos-e-intransitivos/#ixzz6uq3vlrZw

Ejemplos de verbos intransitivos

Huir, nadar, nacer, morir, andar, dormir, luchar, vivir, llegar, estornudar, gritar, viajar, suspirar, trabajar, confiar, desafinar, llorar, etcétera.

Como hemos dicho, los verbos intransitivos no necesitan de un complemento: «Acabo de estornudar». A este verbo no le hace falta decir qué es lo que has estornudado, porque estornudar es estornudar y punto.

Verbos que pueden ser transitivos o intransitivos (dependiendo del caso en particular)

Todo se vuelve un poco más complicado cuando un mismo verbo puede tener sentido transitivo o intransitivo, porque ahí necesitará de un humano (tú) que analice la oración y decida si ese verbo, en ese contexto, está actuando como transitivo o como intransitivo.

Pensar, leer, creer, disimular…

Muchos verbos tienen varias acepciones, y el verbo «creer», por ejemplo, es uno de ellos. Yo puedo creer algo y ese algo sería el CD, y puedo también decir: «yo creo en Dios», y de este modo, el verbo creer se convertiría en intransitivo.

Obtenido del diccionario de la RAE:

creer 

Del lat. credĕre.

Conjug. c. leer.

1. tr. Tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o demostradoElcatecismo enseña lo que hay que creer. U. t. c. prnl. Se lo cree todo.

2. tr. Tener a alguien por verazSiempre te he creído.

3. tr. Pensar u opinar algoCreo que te equivocas.

4. tr. Tener algo por verosímil o probableNo creo que llueva.

5. tr. Atribuir mentalmente a alguien o algo una determinada característicasituación o estadoTe creía enferma.Os creía en Cádiz. Creyó oportuno decirlo.

6. intr. Tener creencias religiosasSon muchos los que creen.

7. intrTener por cierto que alguien o algo existe verdaderamenteCree EN la reencarnación.

8. intrTener confianza en alguien o algoCreyó EN ella cuando nadie lo hacía. No creo EN ese proyecto.

Con el verbo «disimular», por ejemplo, si dices: «no disimules», ahí el verbo funciona como intransitivo. Pero si dices: «quiero disimular mi barriga», en este caso funciona como transitivo, y «barriga» es el CD .

Si yo digo «yo leo», ese verbo es intransitivo, pero cuando digo «yo leo artículos», el CD es «artículos» (los leo).

¿Está ahora la cosa más clara? 

Lo mejor, para identificar leísmos, es mostrarte algunos ejemplos.

Este es un caso que, para mí, muestra claramente cuándo poner «le» o «lo»

«—Lo sé. Siempre lo haces, querido. —Su madre lo besó en la frente». (CORRECTO).

Si pusiéramos «le», la RAE dice que estaría bien. Pero, si quieres ser un purista, y abandonar el leísmo completamente, no pongas «le». Pon «lo», ya que la acción de besar recae sobre él. Si la acción de besar (que es transitivo) recae sobre él, entonces es «lo» (si hablamos de un hombre), y «la», (si hablásemos de una mujer).

Si hablásemos de una chica el «le» estaría mal usado siempre. Ese leísmo no está admitido, de ningún modo.

«—Lo sé. Siempre lo haces, querida. —Su madre le besó en la frente». (INCORRECTO).

«—Lo sé. Siempre lo haces, querida. —Su madre la besó en la frente». (CORRECTO).

«—Lo sé. Siempre lo haces, querida. —Su madre le besó la frente». (CORRECTO). – Se la besó; el CD es la frente y ella es CI).

En este último ejemplo es correcto, porque le besa (a ella) la frente. Lo que besa es la frente. A mí me ayuda sustituirlo por «se la besó» (la frente es el CD en este caso)». Pero si la madre la besa (a ella) en la frente, entonces la acción de besar recae sobre ella.

«—Lo sé. Siempre lo haces, querido. —Su madre le besó la frente (a él)». (CORRECTO). 

Aquí utilizaremos siempre «le» para persona, porque el pronombre hace de complemento indirecto (CI).

Más ejemplos:

~«A la niña le operarían ambos brazos en tres meses». (Se los operarían. Los brazos es el CD).

~«A la niña la operarían en tres meses». (En esta frase, en cambio, el CD es la niña).

~«El joven se marchó de allí con una cínica sonrisa, y musitó sin que esta le oyese».

Sería más correcto decir: «lo oyese» (a él), aunque ese «le» está admitido.

~«Aquello le hizo sentir que no merecía a su perro» (El «le» es CI, así que será «le» para él y para ella – El CD es «que no merecía a su perro»).

~«Así, la tarea no les (a ellas) llevó más de dos semanas».

¿Por qué no es las llevó? Porque el complemento directo es la tarea. El sujeto es omitido «a ellas». Si fuera que «a ellas las llevaron a Madrid», entonces sí; sería «las», porque, en ese caso, la acción recaería sobre ellas; ellas serían el complemento directo, y los que las llevaron son el sujeto de la oración.

La cosa por supuesto se complica cuando las frases se hacen largas (subordinadas) —como cuando estás escribiendo una novela—, y los verbos de la oración son varios.  

~«Tales condiciones, junto con la posibilidad de recoger flores frescas de los jardines, la ayudaron a crear un ambiente de lo más agradable y acogedor».

¿Correcto o incorrecto?

Lo primero que has de hacer es mirar el verbo que acompaña a ese pronombre: «ayudar». ¿Es transitivo? Sí. Así que sabemos que llevará un CD en alguna parte; no muy lejos. ¿Sobre quién recae la acción? En este caso, sobre ella. «La ayudaron a ella». 

Cuando aún tengo dudas, pienso: ¿Podría sustituirlo por «lo»? «A Manolo lo ayudaron mucho». «A ellos los ayudaron mucho». «Las ayudaron muchísimo». Parece, entonces, que es correcto. ¡Pero suena tan raro! Porque, en este caso, es «ayudar a crear (lo)». Es decir, «un ambiente de lo más agradable y acogedor» es el CD. ¿No sería «A ella le ayudaron a crearlo?». ¡Suena mucho mejor!

«Tales condiciones, junto con la posibilidad de recoger flores frescas de los jardines, le ayudaron a crear un ambiente de lo más agradable y acogedor».

¿Puede haber dos CDs? ¡Pues claro que sí!

Si el verbo fuera, digamos, «preguntar». Le preguntaron algo, está claro que el «le» es CI y el algo es CD. Pero el verbo «ayudar» es transitivo y necesita un CD que lo complemente. 

Esto es lo que dice el diccionario panhispánico de dudas de la RAE:

ayudar(se). Además del complemento directo de persona, suele llevar un complemento con «a», si lo que sigue es un infinitivo, o con « o «en» si lo que sigue es un sustantivo: «Alguien lo ayudó a incorporarse» (JmnzEmán Tramas [Ven. 1991]). «Tenía perros amaestrados que lo ayudaban en sus fechorías» (Villoro Noche [Méx. 1980])

Por todo ello, «la ayudaron a crear» es correcto. Lo malo es que, en muchos lugares de España, como en Madrid, por ejemplo, la gente te dirá que eso es un loísmo. Conclusión: en Madrid son leístas. Y, si no, lean esta cadena en donde unos cuantos de Madrid dicen que esto u otros leísmos son correctos: «A mi hija le ayudo con los deberes».

https://forum.wordreference.com/threads/ayudo-a-hacer-le-lo-algo.1276612/

¿Por qué ocurre esto?

Pues porque en ciertas zonas se ha mantenido el uso de  «ayudar» como intransitivo, conservando el dativo con que se construía en latín (lat. adiutare): «Su hijo Pedro le ayuda [a ella] a vivir». Por tradición histórica, vaya.

¿Y qué hay de este caso?

~«A pesar de que parecía de cristal, era tan duro como una roca, así que los golpes del chico no conseguían quebrarle en lo más mínimo; pero sin duda le molestaban».

¿Correcto o incorrecto?

INCORRECTO.

Sería «quebrarlo» y «sin duda lo molestaban», porque las acciones de estos verbos transitivos recaen sobre la persona (en este caso él). Así, el «le» estaría admitido en ambos casos, pero sería mejor decir «lo».

~«Le miré (a él) con seguridad consiguiendo desconcertarle».

¿Correcto o incorrecto?

INCORRECTO

Debería ser «lo miré» y «desconcertarlo». Igualmente, estos dos casos estarían admitidos. Pero si quieres dejar el leísmo atrás, utiliza el «lo».

~«Se acercó a él, y cortándole su brazo derecho, sonrió triunfal».

¿Correcto o incorrecto?

CORRECTO

Porque, en este caso, «le» es CI y el brazo es el CD.

~«No le importaba hacerle el favor de ayudar a su amigo, el niñito que tanto le había ayudado a él».

¿Correcto o incorrecto?

INCORRECTO (como ya hemos visto, pues el verbo «ayudar» es transitivo).

«No le importaba hacerle el favor de ayudar a su amigo, el niñito que tanto lo había ayudado a él».

~«—¿Él? —preguntó sorprendida—. ¡Le conozco!»

¿Correcto o incorrecto?

«INCORRECTO»

—¿Él? —preguntó sorprendida—. ¡Lo conozco!

CORRECTO

Suena raro, pero siempre trata de sustituir el «Lo» por «La». ¿Dirías «A María le conozco»? No. Se dice «A María la conozco». Entonces, a él lo conoces; no le conoces.

~«Por supuesto que pensaba ayudarle. Cuando se acercó a él lo suficiente, le rodeó para poder ver su cara».

¿Correcto o incorrecto?

INCORRECTO

Por supuesto que pensaba ayudarlo. Cuando se acercó a él lo suficiente, lo rodeó para poder ver su cara.

La persona actúa como complemento directo en estos dos casos, así que, aunque «le» esté admitido por la RAE, es más correcto usar el «lo».

~«Como no tenía ni idea de qué quería decirle el animal, y nada podía hacer para tranquilizarlo, decidió dejarlo allí a su aire, corriendo de un lado para otro».

¿Correcto o incorrecto?

CORRECTO

~«Dos de los trabajadores de la granja lo agarraban, y le hablaban intentando sosegarlo».

¿Correcto o incorrecto?

CORRECTO

«Agarrar» es transitivo y lo agarran a él.

«Hablar» es intransitivo y entonces es «le» para él y (sería también «le») para ella.

«Sosegar» es transitivo y, por tanto, sería «lo sosegaban» (a él) o «la sosegaban» (a ella).

~«Elisa y Marcela le llevaron al hospital para que le hicieran un chequeo general».

¿Correcto o incorrecto?

INCORRECTO y CORRECTO

A él «lo» llevaron (transitivo y necesita un CD), para que a él «le» (CI) hicieran un chequeo (otro CD), porque «hacer» es transitivo. O sea que el segundo «le» está bien («para que se lo hicieran»).

Les dijo que Elisa no quería verles más; que habían hecho a la chica sentirse mal, y que él ya tenía edad suficiente como para vivir su propia vida».

INCORRECTO (el segundo «les»). Sería:

(Él — sujeto) «Les (CI) dijo que Elisa no quería verlos (CD) más, que habían hecho a la chica sentirse mal».

«Les» dijo es correcto, puesto que es CI, pero debería ser «verlos» (a ellos), puesto que la acción de ver recae sobre ellos, y este es un verbo transitivo.

~«Sabía que su hijo no le quería (a él)».

¿Correcto o incorrecto?

INCORRECTO

Debería ser: «sabía que su hijo no lo quería (a él)». La acción de querer recae sobre él. «Lo quiero. La quiero». Cuando tengas dudas, recurre al diccionario de la RAE.

Querer: 2. trAmartener cariñovoluntad o inclinación a alguien o algo.

~«Elisa intentó quitar importancia al comentario de Tina, ya que sus palabras la habían provocado una furtiva lágrima».

¿Correcto o incorrecto?

INCORRECTO

Si utilizas «la» en este caso, se trata de un laísmo, y es que la acción de este verbo transitivo no recae directamente en la chica (Elisa). Piénsalo así: A ella le habían provocado una furtiva lágrima. Sustitúyelo por: «A ella se la provocaron». ¿El qué? Una furtiva lágrima es el CD.

~«¡Quizá le estén torturando en este momento!»

¿Correcto o incorrecto?

«INCORRECTO»

Aunque este «le» esté admitido, lo correcto, si quieres ser un lingüista de pro, sería decir «lo». Piensa si se puede sustituir por «la». Es decir, si fuera “A ella le están torturando” está mal y este leísmo no está admitido. Sería «A ella la están torturando». ¿Verdad que suena bien? ¿Entonces por qué decimos «A él le están torturando»? La acción de torturar (que es un verbo transitivo) recae sobre la persona, y así, debemos poner “lo” si se trata de un hombre y «la» si estamos hablando de una mujer.

~«(A ella) no le pudieron convencer ni este ni José Antonio».

INCORRECTO

Debería ser: «No la pudieron convencer», ya que la acción del verbo recae directamente sobre ella. Ella es el CD.

~«Trataron por todos los medios de hacerle comprender (a ella) que el animal no podía ser operado».

El complemento directo es: “que el animal no podía ser operado”. Le hicieron comprender algo a ella. 

¿Correcto o incorrecto?

CORRECTO

~«Se pasaron la hora entera intentando convencerles de que eran buenos padres».

¿Correcto o incorrecto?

INCORRECTO. Sería: «Se pasaron la hora entera intentando convencerlos de que eran buenos padres».

Convencer es transitivo y, definitivamente, necesita un CD. Se convence a alguien de algo y esa persona es el CD.

«A ella la convencí de algo».

Peréz-Reverte me da la razón:

Como puedes comprobar, algunos casos son complicados, porque estamos rodeados de leístas; el «le» nos suena fenomenal, y porque dos tipos de leísmos están admitidos, y eso nos confunde.

Sin embargo, con la práctica, llegarás a dominar el lenguaje y a evitar los leísmos. He de confesar que aún en ocasiones me suena raro no utilizar un leísmo. Por ejemplo, el otro día me encontré dudando mientras escribía esto: «Todo aquello lo había afectado excepcionalmente (a él)». Es que suena mucho mejor «le había afectado», y lo cierto es que está admitido, pero no es perfecto. Es un leísmo. Admitido, pero un leísmo, al fin y al cabo.

(Dice la RAE): Afectar, con el sentido de ‘conmover o impresionar’, es un verbo de «afección psíquica», por lo que, dependiendo de distintos factores el complemento de persona puede interpretarse como directo o como indirecto: «Sentía que todo aquello lo afectaba solo muy superficialmente» (PzReverte Maestro [Esp. 1988]); «También le afectó el pesado maquillaje» (LpzNavarro Clásicos [Chile 1996]).

«Desilusionar» es otro verbo con el que suena raro decir: «lo desilusionó (a él)». Pero ¡sigo sin pillarlo! No te preocupes; se tarda…, pero no es imposible. 

La RAE dice que los verbos de «afección psíquica» —que producen reacciones emotivas (afectar, asustar, asombrar, convencer, divertir, impresionar, molestar, ofender, perjudicar, preocupar, y desilusionar, entre otros) admiten el uso de los pronombres de acusativo —lo(s)la(s)— y de los pronombres de dativo —le(s)—. La elección depende de si el sujeto es o no agente activo de la acción.

Si el sujeto es animado y se concibe como agente de la acción, el complemento verbal suele considerarse directo y se usan los pronombres de acusativo (A mi madre la asombro cuando como mucho).

Si el sujeto es inanimado y, por tanto, no es el agente directo de la acción, el complemento se considera indirecto y se usan los pronombres de dativo (A mi madre le asombra mi apetito). 

Es decir, si yo digo: «Lo desilusioné (a él)», en general; es decir, «mi actitud lo desilusionó» o «la desilusionó (a ella)», el pronombre de acusativo sería CD; estaría bien. Si, en cambio, yo digo: «lo desilusionó que yo me fuese», entonces esto sería incorrecto. Lo correcto sería decir: «le desilusionó que yo me fuese» (le desilusionó «algo»; una cosa).

Tiene sentido, pero ya no resulta tan simple, ¿verdad? 

Si hubiera sido: «Ello lo desilusionó», entonces «lo» estaría bien dicho. Pero como estamos diciendo: «le desilusionó algo», entonces, lo correcto sería decir: «le». En cambio, el segundo y el tercer «lo» son correctos, puesto que la acción recae en él directamente (es un CD).

Si tienes muchas dudas y el «lo» no te suena muy bien, aunque sospechas que el «le» se trata de un leísmo, siempre podrás jugar con el lenguaje, porque lo cierto es que el español es un lenguaje muy rico.

«Se acercó a ella y sus ojos brillaron, pero se desilusionó al ver que ella lo ignoraba y entraba en la que había sido su habitación, probablemente para hacer algo innecesario; tal vez solo para molestarlo. Se lo merecía». 

Si pusieras «le», la RAE lo admitiría como correcto, así que no habría de qué preocuparse.

El siguiente ejemplo es sobre mi novela «Inconscientia». En un principio, para la contraportada del libro yo había escrito «A Vera le atormentan pesadillas». Luego me di cuenta de que «atormentar» es transitivo y lo cierto es que a Vera la atormentan, porque la acción de ese verbo recae sobre ella. Las pesadillas son el sujeto de la oración. Sin embargo, como hemos visto, «atormentar» es un verbo de afección psíquica, y si la frase hubiese sido: «A Vera la atormentan a diario», entonces, «la» sería correcto, porque el sujeto es animado y se concibe como agente de la acción. 

Sin embargo, al decir: «A Vera le atormentan pesadillas» = «A Vera le atormenta algo», la cosa cambia y según lo que dice la RAE, debería ser: «A Vera le atormentan pesadillas». Con lo cual, lo escribí bien. ¡Phew!

Recordemos lo que dice la RAE respecto a los verbos de afección psíquica:

Si el sujeto es animado y se concibe como agente de la acción, el complemento verbal suele considerarse directo y se usan los pronombres de acusativo (A mi madre la asombro cuando como mucho).

Si el sujeto es inanimado y, por tanto, no es el agente directo de la acción, el complemento se considera indirecto y se usan los pronombres de dativo (A mi madre le asombra mi apetito). 

De igual manera, si yo digo: «A él lo molesté» estaría bien usar el CD, pero si digo: «A él le molestó que yo fuera», entonces lo correcto sería decir: «le».

Resulta tan complicado, que no me extraña que seamos leístas, por si acaso la cagamos; hablando claro. (¿La cagamos o le cagamos? Es broma).

¿Qué opinas de este caso?

«El paisaje a ese lado del estanque se había cubierto por una niebla espesa y azulada, que no le dejaba ver más allá de su nariz (a ella)».

Al primer golpe de vista, parece que la oración está bien. Suena bien. Pero el verbo «dejar» es transitivo, y la acción de “dejar” recae sobre la persona (ella). Así, antes de publicar esta frase (de mi primera novela), la cambié a: «El paisaje a ese lado del estanque se había cubierto por una niebla espesa y azulada, que no la dejaba ver más allá de su nariz (a ella)».

Lo que ocurre es que seguía sonándome fatal. Así que he tenido que profundizar en este mal común que es el leísmo. Y no me ha resultado nada fácil. 

¡Solo la RAE ha podido ayudarme! Veamos…

Como hemos dicho, el verbo «dejar» es transitivo, y se diría «déjala en paz» (a ella), «déjalo en paz» (a él). Entonces, caray, debería ser: «que no la dejaba ver más allá de su nariz», y, si fuera que estamos hablando sobre Manolo, entonces sería: «que no lo dejaba ver más allá de su nariz». ¿Verdad?

Aún seguía sin tenerlo claro… Hemos escuchado tantas veces los leísmos que ahora ya todo nos confunde. Bueno, por lo menos a mí. Hay que tener en cuenta que no todo es blanco o negro en el lenguaje español. Es más complicado de lo que muchos creen.

Lo cierto es que el verbo «dejar» puede actuar como intransitivo con la acepción de «interrumpir una acción»: por ejemplo, «dejar de fumar», «dejar de ir», etcétera. 

—Muy bien, ¡pero este no es el caso!

—Cierto. Continuemos analizando esta oración, entonces.

También sería intransitivo como verbo auxiliar unido a algunos infinitivos: «dejarse querer», «dejarse ayudar»; y, también, como verbo auxiliar unido a participios pasivos, para explicar una precaución o provisión: «dejar dicho», «dejar escrito». En último lugar, sería también intransitivo con algunos participios pasivos y adjetivos, para expresar un resultado: «dejar asombrado». 

Así, diríamos «le dejó asombrado» (a él) y «le dejó asombrada» (a ella).

Ah, esto se complica… Entonces, «la dejaba ver»… ¿está bien o se trata de otra excepción?  Help!

Espérate que esto lo hace todo mucho más complicado:

Con sujetos animados puede darse también otra opción, dependiendo de si la acción del verbo se realiza voluntariamente o no: Su padre, que se había disfrazado, lo asustó (le dio un susto a propósito) / Su padre, que se había disfrazado, le asustó (el susto es involuntario; lo causa el hecho de ir disfrazado). 

A mí esto en concreto me parece rizar el rizo, y no creo que ni siquiera esté entendiendo la diferencia. Pero sigamos…

Con sujetos no animados influyen también otros factores; por ejemplo, cuando el sujeto va antepuesto, es más frecuente el uso del pronombre de complemento directo (Mi actitud lo decepcionó), mientras que, cuando el sujeto va pospuesto, es más frecuente el uso del pronombre de complemento indirecto (Nunca le decepciona mi actitud)

Honestamente, es bastante confuso que el orden de los factores sí altere el producto.

Existen otros casos excepcionales, según la RAE:

En cuanto a los «verbos de influencia» —los que expresan acciones con el objetivo de influir en una persona para que realice una acción (autorizar, ordenar, invitar (‘animar’), permitir, exhortar, etc) forman parte de la siguiente estructura: 

«verbo de influencia + complemento de persona + verbo subordinado, en infinitivo o precedido de que, o un nombre de acción»: «Le ordené ejecutar la sentencia / Le ordené que ejecutara la sentencia».

El complemento de persona es indirecto con los verbos permitir, prohibir, proponer, impedir, mandar y ordenar: «Esa experiencia le permitió vivir a su manera» (Alberto Eternidad [Cuba 1992]); «Le prohibió salir de la capital hasta nueva orden» (Tribuna [Hond.] 18.6.97); «Le propuso hacer un viaje a la costa» (Landero Juegos [Esp. 1989]); «La penumbra le impide ver con claridad» (Schmidhuber Ventana [Méx. 1985]).

Pero, por el contrario, el complemento de persona es directo con los verbos de influencia que llevan, además, un complemento de régimen, esto es, un complemento precedido de preposición, como obligar a, invitar a, convencer de, incitar a, animar a, forzar a, autorizar a, etc.: «Una barrera los obligó a desviarse» (Fuentes Cristóbal [Méx. 1987]); «La convenció de que vendiera un anillo de brillantes» (Allende Casa [Chile 1982]); «Ella lo incitó a seguirla» (Martini Fantasma [Arg. 1986]).

El misterioso caso, por fin, se resuelve leyendo la siguiente información de la RAE:

Los verbos hacer y dejar, cuando tienen sentido causativo, esto es, cuando significan, respectivamente, ‘obligar’ y ‘permitir’, siguen la misma estructura que los verbos de influencia: «verbo causativo + complemento de persona + verbo subordinado». 

¡Oh, Dios mío! ¿Me estás diciendo que entonces es: «no le dejaba ver más allá de sus narices»?

¡No tan rápido! Sigamos leyendo…

Tanto hacer como dejar tienden a construirse con complemento directo (es decir, con «lo» y «la») si el verbo subordinado es intransitivo: «Él la hizo bajar a su estudio y le mostró el cuadro» (Aguilera Caricia [Méx. 1983]); «Lo dejé hablar» (Azuela Tamaño [Méx. 1973]); y tienden a construirse con complemento indirecto cuando el segundo verbo es transitivo: «Alguien lo ayudó a incorporarse, lo estimuló y hasta le hizo tomar café» (JmnzEmán Tramas [Ven. 1991]); «El alcaide de la cárcel le dejaba tocar el banjo todas las mañanas» (Cela Cristo [Esp. 1988]).

A ver, a ver, a ver, ¡que estamos muy cerca de dar con la solución! 

En este caso particular, tenemos que analizar el verbo «ver»… Primero, casi muero del susto al ver que es siempre transitivo. Pero yo veía este ejemplo de arriba («Lo dejé hablar») y me decía: si hablar es intransitivo, entonces, «ver», en general, ¡tiene que serlo también! Y, efectivamente, lo es. En su primera acepción, dice: «U. t. c. intr», que significa «usado también como intransitivo».

ver1 

Del lat. vidēre.

Conjug. modelo; part. irreg. visto.

1. tr. Percibir con los ojos algo mediante la acción de la luz. U. t. c. intr.

2. tr. Percibir con la inteligencia algocomprenderlo. Ver cómo son las cosa

Así que ¡Bingo! ¡Tenemos la solución!

La frase correcta es: «El paisaje a ese lado del estanque se había cubierto por una niebla espesa y azulada, que no la dejaba ver más allá de su nariz (a ella)».

¡Phew! ¡Lo he escrito bien!

Si la frase, en lugar de esa, fuera: «El paisaje a ese lado del estanque se había cubierto por una niebla espesa y azulada, que no le dejaba ver mariposas», entonces lo escribiríamos con dativo «le», puesto que «ver», en esta oración es transitivo, y las mariposas es el CD.

Como puedes ver, ha sido algo complicadillo.

Ya, para terminar, después de este esfuerzo monumental, terminemos con algunos otros casos especiales.

Cuando los «verbos de percepción» ver y oír se construyen con un complemento de persona y una oración de infinitivo en función de complemento predicativo, el complemento de persona es directo: «Lo vimos subirse a un taxi» (Marías Corazón [Esp. 1992]); «Nadie la oyó gritar» (Santiago Sueño [P. Rico 1996]); «La vi besarlo» (Rossi María [C. Rica 1985]). 

Es habitual que en las oraciones impersonales con «se» el complemento directo, especialmente cuando es masculino, se exprese con las formas de dativo («le» ) y no con las de acusativo («lo» , «la»), como correspondería a la función desempeñada: «Se le considera el mejor actor de su tiempo; Se les vio merodeando por la zona» 

Es decir, que aquí tendríamos el tercer tipo de leísmo admitido…

Dice la RAE, que parece demostrado que este tipo de oraciones se construían originariamente en castellano con pronombres de dativo. El uso de le(s) se ha mantenido mayoritariamente, tanto en España como en gran parte de América, cuando el complemento directo es masculino. Sin embargo, cuando el complemento directo es femenino, lo normal es usar la(s): «Se la veía muy contenta» (VLlosa Tía [Perú 1977]). 

No obstante, muchos hablantes, conscientes de que la función que cumple el pronombre en ese tipo de oraciones es la de complemento directo, emplean en estos casos los pronombres de acusativo, uso generalizado en los países del Cono Sur: «Se lo veía zigzaguear entre los autos» (Cortázar Reunión [Arg. 1983]); «¡No se lo puede andar molestando por trivialidades!» (Magnabosco Santito [Ur. 1990]); «Nunca se lo vio ladrar ni gruñir» (Allende Casa [Chile 1982]).

¿Quieres saber un poco más o no quieres oír hablar más del leísmo en tu vida?

¿Cuándo y dónde surgió el leísmo en España?

Según la RAE que el leísmo surgió en Castilla durante la Edad Media, y se documenta desde los primeros textos medievales castellanos. No obstante, en el siglo XIII, época de la reconquista de Andalucía, este fenómeno no se hallaba lo suficientemente extendido como para instalarse en la norma andaluza y, por eso, tampoco caló en el español atlántico (Canarias e Hispanoamérica). Así, se distinguen dos zonas: una leísta, que abarca el área central y noroccidental de Castilla —junto con focos aislados en ciertos países hispanoamericanos— y otra no leísta, que abarca la mayor parte del mundo hispánico.

El castellano viene del latín; es una lengua romance. La RAE explica que, en latín, se distinguían las funciones gramaticales a través de las distintas formas pronominales —le(s) para el complemento indirecto y lo(s), la(s) para el complemento directo—. Al comienzo del castellano, los pronombres españoles respetaron las reglas latinas, es decir, lo que en latín era dativo se usaba para el CI, y lo que era acusativo, se usaba para el CD, pero con su evolución, el castellano comenzó a diferenciar entre masculino y femenino, por un lado, y entre persona y cosa por otro. Así, la distribución, en este nuevo sistema, sería la siguiente: le(s) para el masculino de persona; lo(s) para el masculino de cosa, y la(s) para el femenino de persona y de cosa.

En este artículo también se explica el origen de este fenómeno lingüístico. Échale un vistazo, si quieres saberlo todo sobre de dónde viene el leísmo:

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